En Puerto Vallarta el joven Juan Calderón tiene varios años apoyando a la comunidad.
No regatea apoyos ni hace distinciones brindando ayuda humanitaria a los más desprotegidos de forma permanente.
Ojalá hubiera más Juanes en otros municipios donde los políticos se convierten en guerreros, filántropos o mesiánicos con el objeto de ganar la presidencia municipal y una regiduría.
Lo peor, lo hemos visto en Cihuatlán dónde este tipo de personajes llegan al gobierno municipal, suben unos escalones y se marean.
Un mal entendido y efímero poder los transforma en funcionarios públicos prepotentes y abusivos, alejados de la gente, buscando servirse y olvidando que son representantes del pueblo.

