Cuando un tiburón mató a una bella mujer

Por Horacio Archundia

Es tradición que en Manzanillo los tiburones son muy pacíficos. Son muy escasos, rarísimos, los casos de personas atacadas por un animal marino de esa familia.

El talentoso mentor y literato Don Gregorio Torres Quintero relataba, a principios del siglo veinte, que los tiburones en Manzanillo no se comían un cristiano ni muerto.

Tal era la fama de los tiburones que pasaban por las aguas de nuestras costas. Tenían “una historia blanca”, como escribió Don Gregorio.

Pero eso es parte de la literatura y en los tiempos en que lo escribió el ilustre maestro colimense, era cierto. Habrían de transcurrir años, muchos aun, para que los colimenses se enterasen de la muerte de alguien victimado por un tiburón.

En 1953, se conoció en Manzanillo un lamentable drama suscitado en la Playa de la Audiencia.

Pero antes debemos contarle que en la ciudad de Colima había una joven maestra, afamada por su singular belleza y por su carácter afable y humanista. Se llamaba Emma Aguilera Prado y fue la primera reina del estudiante en la historia de Colima, habiendo sido electa como soberana de los festejos de la centenaria y prestigiada Escuela Normal, donde estudiaba.
Emma era hija de los profesores Víctor Aguilera y Natalia Prado, ambos de reconocida trayectoria magisterial.

Tal vez la maestra Margarita de la Mora Anguiano la recuerde, porque, sabemos que fue su amiga, como seguramente la recordarán las hermanas Ascencio, pues con ellas y sus padres estaba de visita la maestra Aguilera, cuando la atacó al tiburón.

Pues bien, aconteció un día que un grupo de colimotes vinieron a Manzanillo a pasear y decidieron irse a bañar a la Playa de La Audiencia, famosa por su hermosura. Y allí anduvo la joven beldad disfrutando las olas del Pacífico acompañada de amigos, y hospedad en casa de la familia Ascencio.

Allí estaba, pues el 30 de julio de 1953, sobre los morros de la playa mencionada, cuando un tiburón saltó de las aguas y la atacó con crueldad despedazándole el cuello y desgarrándole el tórax, provocándole la muerte minutos después.

Tal es la impresión que un tiburón dejó en el corazón de mucha gente sorprendida y conmovida ante el infausto suceso. Emma era novia de un apreciado joven porteño y se sabe que tenían planes de casarse en poco tiempo.

Su fatídica muerte impelió a una dama inolvidable de Manzanillo, Doña Ana María Barragán de la Peña de Villegas, para urgir a la creación de una delegación de la Cruz Roja mejor equipada, más capacitada y con mayores recursos, puesto que la incipiente que ella misma había organizado, se vio imposibilitada para salvarle la vida en esos angustiosos momentos a la admirada jovencita.

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