Fueron necesarios 24 agónicos días desde el desastroso debate que lo enfrentó en Atlanta a Donald Trump para que Joe Biden se rindiera a la evidencia: el presidente de Estados Unidos anunció este domingo a las 13:46, hora de la Costa Este estadounidense (19.46 en la España peninsular), que, a sus 81 años, ceja en el empeño de presentarse a la reelección el próximo mes de noviembre.
Con esa decisión histórica, anunciada un domingo cualquiera mediante un mensaje sorpresa en la red social X, la campaña estadounidense más atípica de la memoria reciente se adentró un poco más en el caos, con un partido, el demócrata, sin candidato claro ―aunque Biden apostó rápidamente por su vicepresidenta, Kamala Harris―, y el republicano rendido a los pies de un líder que acaba de sobrevivir a un atentado que por poco le cuesta la vida y cuyos fieles adoran, como consecuencia de ese milagroso golpe de suerte, casi como una figura mesiánica.
La carta que publicó Biden está dirigida a sus “compatriotas estadounidenses”, a quienes les confiesa que ser presidente “ha sido el mayor honor” de su vida. “Mi intención era la de buscar la reelección, pero creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y que me centre únicamente en cumplir mis deberes en el cargo durante el resto de mi mandato“.
“En los últimos tres años y medio hemos hecho grandes progresos como nación”, dice Biden en la segunda frase, antes de pasar a defender el legado de su tiempo en la Casa Blanca, a la que llegó con el encargo de suturar las heridas de un país hecho jirones tras cuatro años de Trump y que abandona, sin haberlo logrado, empujado por los suyos y por el clamor global ante las sospechas sobre sus aptitudes físicas y mentales, puestas a prueba en un cara a cara electoral que el 27 de junio pasado siguieron en directo más de 50 millones de personas.
Biden resume a continuación algunos de esos logros, pero obvia todos sus fracasos, entre ellos, los problemas que le trajo el apoyo a Israel en la guerra de Gaza y que le valieron el apodo de Joe el Genocida.
Entre los primeros: que deja la economía estadounidense como “la más fuerte del mundo”; que bajo su mandato cayó el precio de los medicamentos y que aumentaron las prestaciones sanitarias; que salió adelante la primera ley para el control de armas en 30 años y que el Tribunal Supremo incorporó a la primera jueza afroamericana en sus 235 años de historia, Ketanji Brown Jackson.
Nada de eso fue suficiente para contrarrestar la escasa popularidad que lo acosó durante todo su mandato. Tampoco bastó para que el mundo le creyera cuando insistió una y otra vez en las semanas que siguieron al debate y con un tono frecuentemente airado que estaba capacitado para seguir.
Casi todas las encuestas auguran a menos de cuatro meses de las elecciones una victoria de Trump en las urnas.
En un segundo mensaje, también publicado en X, aunque esta vez dirigido a sus compañeros demócratas, Biden anunció a los pocos minutos que apoyaba la candidatura de Harris para sucederlo al frente de la campaña.
Era la opción más lógica. “Mi primera decisión como candidato del partido en 2020 fue elegirla como mi vicepresidenta”, dice el mensaje de Biden. “Y ha sido la mejor decisión que he tomado. Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo.”
Harris tardó dos horas y media en agradecer ese apoyo, y lo hizo con un comunicado en el que afirmaba: “Me siento honrada de contar con el respaldo del presidente y mi intención es ganar esta nominación. (…) Haré todo lo que esté a mi alcance para unir al Partido Demócrata —y unir a nuestra nación—, así como para derrotar a Donald Trump y su agenda extrema. Tenemos 107 días hasta la jornada electoral. Juntos lucharemos. Y juntos ganaremos”.

